No es una casualidad que familia y patria coincidan etimológicamente. Muchos piensan -o pensamos- que la familia es el primer y más próximo eslabón de una patria a la que concurrimos como proyecto y misión colectiva. Lo he dicho otras veces y en ello me afano a diario: cada vez que descubrimos una parte nueva de nuestras raíces individuales y comunes, cuanto más conocemos nuestra historia, nos fortalecemos como nación y como patria. Yo creo que, por fin, algo está cambiando en el mundo. Cuando veo que la política empieza a dar líderes valientes que llaman a las cosas por su nombre más allá de la demagógica política generalista, siento que reverdece en este viejo soldado esa esperanza desesperada por un mañana mejor para nuestras familias y para nuestra patria. Era necesario hablar claro y alto y no seguir escondiéndose en la retórica suicida de la corrección política. Había que salirse ya de los parámetros y paradigmas del discurso dominante aceptado por el pegajoso consenso de la “m
"Entre todos habéis creado una historia de Cataluña falsa en su mayor parte y completamente absurda" (Jaume Vicens Vives ). John Eliott decía que “la historia se mueve”. “Cada nación necesita su historia nacional (...), utiliza el pasado para sí misma, un pasado que ha creado y hasta cierto punto inventado. Cuando esta historia de algún modo se cuestiona puede parecer una amenaza para la esencia de la nación”. En el mismo sentido, el historiador británico Eric J. Hobsbawm afirmó que “el pasado es imprescindible para los nacionalismos; el pasado legitima y, cuando no hay uno que resulte adecuado, siempre es posible inventarlo”. La historia, pues, es una obra inacabada o incompleta y expuesta siempre a su revisión, mas aún si tiene un origen romántico con finalidades políticas. Ramses pudo mentir a los egipcios y escribir entonces que su victoria en la batalla de Qadesh era motivo de orgullo colectivo cuando, en realidad, los ejércitos del faraón fueron vencidos por los i